Una respuesta feminista al Coronavirus y a la crisis del capitalismo

En todo el mundo, la gente está profundamente afectada por la pandemia y por la intensificación de las restricciones en la vida cotidiana. Al observar el cierre de instituciones y de los refugios de emergencia, el desmoronamiento de las estructuras educativas y asistenciales, la introducción del trabajo a jornada reducida y el aumento de los despidos, la vigilancia de la vida pública, el aislamiento forzoso y el cierre de las fronteras, las contradicciones del capitalismo se hacen evidentes. Este estado de emergencia afecta especialmente a las personas que ya habían sido marginadas por el sistema actual[1]. Así pues, es precisamente en esta situación en la que se acentúa nuestra posición como colectivo feminista/mujeres* en huelga. El Coronavirus está golpeando al mundo con máxima fuerza fruto de un sistema centrado en el beneficio, en políticas de austeridad, en el individualismo y en la devaluación de los trabajos de cuidados. Al final, es precisamente por haber descuidado el sistema de salud la razón por la cual muchos derechos básicos estén ahora restringidos y que tengamos que quedarnos en casa.

 

El colectivo feminista/mujeres* en huelga pide por tanto que se encuentren formas comunes de solidaridad y resistencia para establecer una acción cohesionada, la igualdad de derechos para todas y un cambio feminista radical. Aunque estemos físicamente separadas, nos esforzamos por dar una respuesta que sea colectiva, que haga hincapié en la colaboración internacional y que trabaje por un mundo más justo.

 

 

De ser invisibles a ser relevantes para el sistema

 

“Nuestro trabajo tiene valor, sin nosotras el mundo se para.” Hoy, el lema de la huelga del año pasado es más relevante que nunca. Si las mujeres*, trans*, inter* y las personas queer* de género (de aquí en adelante escrito con la abreviación germanófono FTIQ*)[2] dejaran de trabajar ahora, la sociedad actual llegaría a su fin. Muchas FTIQ* trabajan en profesiones en las que no es posible trabajar desde casa – no pueden permitirse el hashtag #yomequedoencasa. Incluso las trabajadoras que pertenecen al llamado grupo de riesgo se ven obligadas a seguir trabajando. Al mismo tiempo, las instituciones de cuidados y educación están cerradas para casi todos y lxs niñxs de repente tienen que ser cuidados a tiempo completo en casa. ¿Cómo se solidariza la sociedad con una enfermera* que, además de su trabajo remunerado, cuida de sus hijos, asume tareas educativas, cuida de uno de los padres y al mismo tiempo hace el trabajo doméstico?

 

¿Qué pasa si ella misma se enferma con el COVID19? ¿Con qué tipo de apoyo puede contar una limpiadora sin papeles cuando pierde su trabajo y no tiene dinero para comprar comida, además de vivir en un estado permanente de angustia por la posibilidad de ser deportada de repente? ¿Dónde está el apoyo para las trabajadoras del sexo que se ven amenazadas por la pobreza y la falta de hogar debido a la pérdida de ingresos? ¿Cuál es la situación de la cajera, que trabaja todo el día y tiene miedo de infectar a la gente con el virus mortal, mientras que al mismo tiempo no puede permitirse la Tablet, necesaria para que sus hijxs puedan seguir la enseñanza online? ¿Cuál es el valor de todo su trabajo indispensable?

 

 

La crisis de los cuidados nos afecta todxs

 

El inminente colapso del sistema de salud es un escenario que surgió muy repentinamente – pero no inesperadamente. Es un riesgo mal calculado, llevado a cabo sobre las espaldas de las personas marginalizadas. No es sorprendente que en muchos países los sistemas de salud estuvieran al borde del colapso. Las feministas venían advirtiendo durante mucho tiempo sobre los riesgos de tratar a la salud y a los cuidados como una mercancía, “apretando el cinturón” y haciendo los cuidados en “más eficientes”. Lamentablemente, estas prácticas se han normalizado en los últimos 30 años. A través de la situación del Coronavirus entendemos y sentimos los efectos de los recortes presupuestarios a largo plazo en los sistemas de salud.

 

La mayoría de los trabajos de cuidados son llevados a cabo por personas FTIQ*, y es un trabajo de cuidados que también está sistemáticamente mal pagado: En la atención de enfermería, en el hospital, en residencias de ancianos y asilos, en la limpieza, en guarderías y en los jardines de infancia. Además, también en el contexto privado de la familia, este tipo de trabajo suele ser realizado por personas FTIQ*, lo que los somete a múltiples tensiones[3]. Los roles de género obsoletos, la brecha salarial injusta y las formas precarias de empleo penalizan estructuralmente a FTIQ*. Esto podría agravarse aún más, ya que estas medidas empujan a algunas de ellas a estructuras familiares pequeñas (y hacen imposible otros modelos de familia) si tienen que hacerse cargo del cuidado de los niños debido al menor salario, lo que les obliga a recortar.

 

 

De repente, estas trabajadoras* “relevantes para el sistema” y abnegadas son puestos en el centro del debate público, siendo aplaudidas desde los balcones y abrumadas por la gratitud. Sin embargo, esto no deja de lado nuestra apremiante pregunta: ¿Por qué este trabajo “relevante para el sistema” es el peor pagado, o no se paga nada? ¿Por qué la mayor parte de este trabajo sigue siendo realizado por FTIQ*? Seguramente, aplaudir es un buen gesto, pero esto no se traduce en mejores salarios. Especialmente, si durante este aplauso público las relaciones laborales se estrechan aún más. Este es también el caso de las cuidadoras que ahora se supone que deben cuidar hasta 40 niñxs por su cuenta por el mismo salario miserable. El hecho de que las leyes laborales, tales como las horas máximas de trabajo y los períodos de descanso necesarios para los trabajadores de los hospitales, fueran anuladas, demuestra claramente hasta qué punto estos trabajadores “relevantes para el sistema” siguen siendo tratados como de segunda clase. Es escandaloso que las consecuencias de las decisiones irresponsables se trasladen a aquellos (principalmente la FTIQ*) que ya están sufriendo las consecuencias.

 

El virus expone y agrava las relaciones de poder y sus contradicciones: no son los directores generales, los banqueros, los propietarios de inmuebles, los fabricantes de productos farmacéuticos o los empresarios de tecnología los que mantienen nuestra sociedad en funcionamiento, sino los trabajadores de atención sanitaria invisibles y las trabajadoras no remuneradas estratégicamente en el comercio minorista y en la logística. Sin embargo, estas últimas serán las principales víctimas de la crisis, mientras que los primeros seguirán “cuidando” sus problemas de lujo. Y este es exactamente el problema.

 

 

Grupos de riesgo olvidados

 

Las personas más vulnerables al Coronavirus debido a la edad o a enfermedades anteriores deben ser protegidas sin duda alguna. Sin embargo, la definición de “grupo de riesgo” es bastante limitada en la práctica. A menudo se oculta a la vista que hay muchas más personas expuestas a otros riesgos mortales que están aún más amenazados por el virus. Para muchxs, no es posible permanecer en casa – ya sea porque no tienen hogar, porque es sofocante o porque plantea otros peligros, en particular en el caso de la violencia doméstica.

 

Ciertas personas que ya están marginalizadas en la sociedad – ya sean mayores de 60 años o que padezcan otras enfermedades – están siendo totalmente abandonadas: personas en las fronteras, en las prisiones de deportación y en los campos de asilo que no tienen acceso al agua ni a los medicamentos y que ahora están expuestas al virus. Debido a las prohibiciones de visita, las personas encarceladas en espacios confinados están más aisladas y, por lo tanto, expuestas a un mayor riesgo de infección. A diferencia de otros países, en Suiza ni siquiera lxs prisionerxs pertenecientes al grupo de riesgo pueden interrumpir su detención, una interrupción que podría salvar vidas. Además, los lugares de asesoramiento social y de intervención en situaciones de crisis que durante mucho tiempo han sido objeto de recortes por políticas de austeridad están ahora sobrecargados de trabajo y limitados en lo que pueden hacer. Por lo tanto, las personas sin hogar se enfrentan a albergues de emergencia abarrotados y a personas poco acogedoras que se toman literal la “distancia social” y las rechazan totalmente. Muchas personas no son conscientes de que las personas con discapacidad también se encuentran entre el grupo de riesgo. Temen que sus cuidadores sean llevados a los hospitales y que sus necesidades de salud queden en suspenso. Se hace evidente cómo las formas de opresión existentes están a punto de reproducirse e intensificarse.

 

La llamada a la solidaridad – el mantra de muchos gobiernos del mundo – está llegando a sus límites. Si miramos de cerca, su lema es “solidaridad para los elegidos”. Incluso ahora, la solidaridad no comienza con la estancia en casa y ciertamente no se detiene en el aplauso. El cierre de las fronteras nacionales demuestra que no hay solidaridad para los países vecinos ni para el Sur global. Ni un solo país europeo ha respondido al llamamiento de ayuda de Italia, aceptando sin compasión la muerte de miles de personas. Desde la época colonial, la posición privilegiada de países como Suiza se basa en la explotación estructural y las desigualdades de poder a nivel mundial. Por esta razón, es de esperar que el Sur global se vea afectado aún más intensamente. La solidaridad exigida (por el Estado) es una promesa vacía, una demanda presuntuosa para todas las personas marginalizadas y mal- o impagadas. Las estructuras capitalistas carecen esencialmente de solidaridad.

 

 

Cuando #Yomequedoencasa significa violencia sexista

 

En el caso de adolescentes, niñxs y FTIQ* la cuarentena resulta ser particularmente peligrosa. Se ha demostrado que la violencia doméstica durante la cuarentena en China se ha triplicado, lo que también aumentará el número de feminicidios (asesinato de FTIQ*). La situación es alarmante en todo el mundo, y las medidas inadecuadas lo son aún más. Ya antes del Coronavirus, los refugios para mujeres* en Suiza habían llamado la atención sobre su falta de espacio y han sido ignorados durante años. Debido a la falta de fondos y al aumento de la violencia, los refugios para mujeres* están sobrecargados, cerrados por el momento debido a la cuarentena, y por lo tanto no pueden proteger a las mujeres* que están gravemente amenazadas. Mientras que la economía está por supuesto sostenida financieramente, los refugios para mujeres* y por lo tanto las vidas de las vulnerables FTIQ* no lo están.

 

El confinamiento influye directamente en el derecho de autodeterminación de todas las personas FTIQ* sobre sus propios cuerpos. El confinamiento del espacio refuerza los controles paternalistas, de modo que las FTIQ* experimentan más opresión y violencia por parte de su pareja o padre, por ejemplo, cuando intentan abortar sin que se note. Esto es difícil de todas formas por el límite de tiempo y las citas obligatorias requeridas, cuando algunas de las clínicas que actualmente hacen abortos tienen escasez de material o están cerradas debido al Coronavirus. La situación está empeorando ya que debido al aumento de la violencia sexual la demanda de aborto también aumenta.

 

Además, el acceso a los anticonceptivos no siempre está garantizado. Por ejemplo, muchas clínicas ya no insertan dispositivos intrauterinos porque esto no cuenta como un procedimiento urgente. La venta de preservativos se ha agotado durante mucho tiempo. Es de temer que aumente el uso de métodos de aborto inseguros, lo que puede tener consecuencias que pongan en peligro la vida. En esta ocasión, algunos estados conservadores de Estados Unidos han “pospuesto” las intervenciones por un período de tiempo indefinido. Sin embargo, los abortos no pueden simplemente posponerse, con el resultado de que el derecho feminista a la autodeterminación física está casi completamente suspendido. Forzar a las personas FTIQ* a permanecer embarazadas es una brutal violencia estatal y conduce a un sufrimiento psicológico extremo. La violencia también la experimentan las personas cuyos tratamientos son recortados debido al desmoronamiento de los sistemas de atención de la salud, por ejemplo, las personas trans* que están en transición y cuyos tratamientos hormonales o fechas de operación se posponen.

 

El estrés mental que afecta a todo el mundo no está siendo tratado suficientemente. Por ejemplo, las personas que sufren de ansiedad o tendencias suicidas, o las personas que no pueden hacer psicoterapia debido al encierro sufren particularmente durante esta crisis. El aislamiento significa violencia psicológica para muchos, y causa efectos negativos para la salud mental que comúnmente se subestiman. El estimado aumento de nuevas inscripciones durante y después de la crisis extenderá los tiempos de espera para conseguir una plaza con terapeutas* o en una clínica – las razones de esto es que incluso allí, los presupuestos han sido recortados durante años.

 

 

Hacer beneficio con el riesgo

 

La crisis financiera de 2008 se transmitió como una crisis de deuda a la vida de las trabajadoras: ya sea en el ámbito de la salud o de la vivienda, todo se volvió más caro. A su vez, las condiciones de trabajo y los servicios básicos se deterioraron. Países como España o Italia están experimentando ahora mismo de forma brutal las consecuencias de varias rondas de políticas de austeridad: la gente falleció porque antes no se habían producido suficientes respiradores. El personal médico tiene que tomar decisiones sobre qué pacientes seguir salvando y a cuáles dejar morir. Estas prácticas derivadas de la medicina militar conducen a la selección social, que a su vez afecta en particular a las personas marginalizadas: personas con discapacidades, personas que viven en la pobreza, personas sin hogar, ancianos y personas racializadas[4].

 

Es el personal del hospital, predominantemente femenino*, el que tiene que pagar por esta mala gestión económica, además del trabajo extra que tiene que hacer durante estos días. Tanto ellas como los familiares de lxs fallecidxs tienen que vivir con estas experiencias traumáticas. Los políticos y economistas conservadores están a cargo de este desastre porque durante años han priorizado el lucro por encima de las vidas humanas. ¡En el capitalismo, la especulación financiera sobre el riesgo de una crisis es una práctica común!

 

Poco se dice sobre las causas de las epidemias y sus vínculos con los modos de producción neocoloniales[5] y capitalistas. La industrialización mundial, la agricultura no regulada y la ganadería masiva destruyen los ecosistemas resistentes. Esto permite la aparición de virus que mutan más a menudo debido a las condiciones de trabajo y de vida confinadas. En resumen, si volvemos a la “normalidad” y seguimos como hasta ahora, la próxima epidemia estaría a la vuelta de la esquina en un futuro previsible.

 

Mientras tanto, los que están bien parecen estar bastante despreocupados, ya sea en el mercado inmobiliario, en el sector financiero o en el sector de los seguros. Aquellos que se han enriquecido como resultado de procesos de explotación comunes intrínsecos al capitalismo (o: el 1 %), tampoco se verán afectados por la crisis. En cambio, se beneficiarán de ella. Los bancos serán los principales beneficiarios del paquete de 500 millones de francos suizos de ayuda económica del cantón de Zúrich. Aunque conceden préstamos, el cantón respalda el 85% de ellos y muchas empresas probablemente no podrán devolver sus préstamos. En el mismo sentido, aseguradoras como Swiss Re (con un volumen de negocios de 33.000 millones de dólares) especulan con obtener beneficios a través de esta catástrofe. La “normalidad” es explotadora y desigual. La situación actual pone claramente de manifiesto que la explotación se está produciendo en función de dimensiones raciales, de género y de clase. No podemos volver a la normalidad, porque es esta normalidad la que resulta ser tan problemática.

 

 

La distancia física se convierte en resistencia social

 

Esta crisis nos permite entender que el mundo en el que vivimos necesita cambiar. Hacemos un llamamiento a todas las mujeres*, las personas trans*, inter* y a las personas queer: ¡Expresemos nuestra frustración! Aferrémonos a nuestras estructuras de resistencia existentes para hacerlas más fuertes. El capitalismo, la explotación, las estructuras sexistas y patriarcales, la exclusión racista y la destrucción del medio ambiente son políticamente producidos y deseados. Sin embargo, estas estructuras pueden ser derribadas haciéndolas visibles y aumentando la presión política y la resistencia.

 

Por lo tanto, nuestras luchas y convicciones son más urgentes que nunca: es a través de los cuidados y la benevolencia, la solidaridad y el apoyo mutuo – no la “mano invisible” del mercado- que nuestra sociedad se sostiene y se fortalece. El hecho de que el trabajo no remunerado es crucial para este sistema ha sido ampliamente reconocido. Por ejemplo, algunos empleados como la Universidad de Zurich y la cadena de supermercados Coop ya han declarado que el cuidado de los niños en el hogar se reconoce como tiempo de trabajo y, por lo tanto, se remunera como tal. Exigimos que esta práctica se aplique a todxs los empleadxs y que esta práctica no se detenga con el fin de Corona, sino que continúe en el futuro. Para que esto suceda, simplemente necesitamos más voluntad política.

 

Como parte de las medidas contra el Coronavirus, se están ampliando los controles estatales en los espacios públicos. Una atmósfera de miedo es el caldo de cultivo para la represión estatal y el aumento de la violencia policial, incluyendo la discriminación racial[6]. La medida en que el Coronavirus revela y refuerza el racismo también se refleja en la forma en que se culpa a las personas que se cree que son de origen asiático de la propagación del virus. ¡El problema no es ni China ni el Coronavirus – es una forma de capitalismo global, de forma nacional y sus mecanismos racistas y patriarcales! Rechazamos posiciones como el eslogan propagado por la Oficina Federal de la Salud (BAG) “Así es como nos protegemos #soschützenwiruns” porque estas posiciones son nacionalistas y excluyentes. Lo importante es un serio sentido de solidaridad internacional, tan urgente como lo es para Rojava, el territorio autónomo del noreste de Siria, que sigue siendo bombardeado por Turquía y las milicias y que tampoco cuenta con una atención médica adecuada.

 

Es a través de estas medidas y de la falta fundamental de atención social que nuestras interacciones y relaciones sociales se ven comprometidas – las interpersonales, personales e íntimas. El capitalismo es implacable en sus intentos de individualizar aún más la sociedad – pero en los últimos años los movimientos emancipadores han creado amplias redes en todas partes. ¡Unamos nuestras luchas! Luchemos juntas contra los despidos, las malas condiciones de trabajo, la violencia y la represión. Creemos estructuras de apoyo en el barrio y más allá. Consolidemos las conexiones sociales a pesar de la distancia física: Utilicemos las formas de organización existentes y las nuevas posibilidades de redes digitales, compartamos conocimientos y habilidades. Permanezcamos vigilantes y alerta, aprendamos de las experiencias de muchas, escuchemos a los demás. ¡Por una práctica feminista fuerte!

 

 

Las personas FTIQ* de todo el mundo se están defendiendo y están luchando por un futuro de solidaridad: Las trabajadoras* del supermercado Migros Cornavin en Ginebra, que estaban directamente expuestas a riesgos de salud, han dejado de trabajar con éxito. En Zúrich, el grupo Ni Una Menos continúa su protesta contra los feminicidios incluso durante el aislamiento. En Chile, millones de feministas* protestan en sus balcones contra el régimen patriarcal y neoliberal. Nuestras compañeras* en Italia llaman a la lucha feminista diaria usando el hashtag #IORESTOACASAMA (#YOMEQUEDOENCASAPERO).

 

Como colectivo feminista / de mujeres* en huelga, establecemos vínculos con los movimientos sociales que están yendo en la misma dirección y desarrollamos perspectivas comunes para ir más allá de la pandemia del capitalismo hacia un futuro feminista en solidaridad.

 

FTIQ*, únete al movimiento feminista interseccional!

 

Conectémonos:

 

Website:                     frauenstreikzuerich.ch

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Twitter:                       twitter.com/@frauenstreikZ

 

Más información:

 

syllabus.pirate.care/topic/coronanotes/

www.woz.ch/2013/gesundheitspolitik/geplante-unterversorgung

www.wildcat-www.de/aktuell/a112_socialcontagion.html

www.neues-deutschland.de/artikel/1134686.danteske-szenen.html

www.ajourmag.ch/seuche-schulden-solidaritat/

www.aljazeera.com/indepth/opinion/coronavirus-taught-inequality-200316204401117.html

static1.squarespace.com/static/59f87d66914e6b2a2c51b657/t/5e7bbeef7811c16d3a8768eb/1585168132614/AAFCZine3_CareintheTimeofCoronavirus.pdf

www.republik.ch/2020/03/26/versaeumnisse-bei-pandemie-vorsorge-kurzarbeits-gesuche-fuer-484-000-arbeit-nehmer-und-mehr-haeusliche-gewalt

taz.de/Schwangerschaftsabbrueche-und-Corona/!5673197/

www.srf.ch/news/international/coronavirus-hinter-gittern-wenn-gefaengnisse-zu-tickenden-zeitbomben-werden

www.welt.de/politik/deutschland/article206767157/Raul-Krauthausen-zu-Corona-Behinderte-haben-Angst-um-ihre-Existenz.html

www.jetzt.de/gesundheit/wie-werden-schangerschaftsabbrueche-vom-coronavirus-beeinflusst

 

 

 

[1] “Marginalización” se define como la discriminación y el desplazamiento de individuos y grupos a los márgenes de la sociedad.

[2] El asterisco indica que las categorías de género están construidas socialmente y que se consideran todas las formas de identidad y estilos de vida.

[3] Las estadísticas oficiales y algunos discursos feministas se mueven en conceptos binarios de género. Esto significa que las estructuras de explotación en sus dimensiones de género son completamente invisibles con respecto a la FTIQ*. Desde esta perspectiva, el trabajo de cuidados es realizado principalmente por mujeres*, pero también se ven afectadas las personas trans*-mujeres*, inter* y genderqueer. (“Gendering” se refiere al proceso de creación de diferencias sociales basadas en la atribución de roles de género estereotipados).

[4] “Racialización” se refiere a la creación de estereotipos y a la valoración de las personas en función de características perceptibles y no perceptibles (por ejemplo, el color de la piel o la religión). El racismo y la racialización están estrechamente relacionados. Este orden de poder afecta a todos los ámbitos de la vida y las relaciones (económicas, políticas, sociales) y hace que los blancos sean globalmente privilegiados.

[5] “Neocolonial” se refiere al hecho de que, incluso después del fin del colonialismo formal, la explotación sigue afectando al Sur global, por ejemplo, por las relaciones comerciales injustas instituidas a través de los países del Norte global.

[6] La discriminación racial o “racial profiling” se refiere a la práctica discriminatoria de los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley de señalar a las personas como sospechosas de delitos por su raza, etnia u origen nacional.

 

 

 

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